Así se siente ser mamá de un adolescente que lucha con ansiedad (la batalla invisible)

Hay días en los que la casa parece tranquila... Se escuchan risas, las conversaciones fluyen más, y todo parece estar en orden. Pero, últimamente muchas mamás me cuentan que, detrás de esa calma “aparente”, se libra una lucha silenciosa. Es la ansiedad, esa que no siempre se ve, pero que se siente. Y como mamás, muchas veces estamos ahí… sosteniendo a nuestros hijos, aunque nadie lo note.

Cuando lo que vivimos no se nota en redes

Las redes sociales muestran fotos de momentos felices: cumpleaños, viajes, sonrisas. Pero esas mismas mamás me cuentan que, a veces, esa foto la tomaron después de una mañana difícil, de esas en las que su hijo no podía salir de la cama porque sentía que el pecho se le cerraba. Me dicen que las palabras “vamos, tú puedes” salieron con firmeza, pero que por dentro estaban temblando porque sabían que no era flojera, era miedo. Y que después de compartir esa foto familiar, se encerraron en el baño a llorar, preguntándose si lo estaban haciendo bien.

Descubrir lo que no se dice

Escucho a mamás que se han vuelto expertas en leer silencios. Me cuentan que sus hijos dicen “estoy bien”, pero ellas ven esa mirada perdida que lo contradice. Que ser mamá de un adolescente con ansiedad es aprender a sostener fuerte cuando por dentro también sienten que se caen. Que es decir “tú puedes” cuando lo que quieren es abrazarlos y susurrar “si hoy no puedes, también está bien”.

La ansiedad disfrazada

La ansiedad no siempre tiene cara de tristeza. A veces se esconde tras buenas calificaciones, tras un “todo bien” al regresar de la escuela, tras ese celular que parece su mejor amigo, pero que también es su escondite porque no saben cómo lidiar con el mundo afuera. Y esas mamás me dicen que se han vuelto maestras en actuar con normalidad. Que van a trabajar, hacen las compras, saludan a otras mamás en reuniones, pero que por dentro se preguntan si hoy será otro de esos días en los que sonará el teléfono y escucharán: “Mamá, ven por mí, no puedo más…”

Celebrar las pequeñas grandes victorias

Ellas me enseñan que hay triunfos que nadie aplaude. Como el día que su hijo fue a una clase nueva, aunque por la noche no pudo dormir del miedo. O cuando fue a una fiesta y se quedó solo una hora, pero al volver estaba agotado por haber sostenido conversaciones que le costaron el doble de esfuerzo. Me dicen que nadie les dice “qué bien lo hiciste” cuando logran que su hijo se duche después de tres días. 

Pero ellas saben que esas son sus medallas invisibles. Y quizá tú, mamá que lees esto, también guardas las tuyas.

Lo que ayuda a sostenernos 

Acompañar a un hijo con ansiedad no es fácil, ni rápido. Pero esas mamás me han enseñado que no están solas, que hay muchas más como ellas, como tú, que están haciendo todo lo posible, aunque no siempre se vea. Que han aprendido a celebrar cada pequeño avance. Que aunque las redes digan otra cosa, lo que realmente importa lo sostienen ellas cada día, en silencio.

Así que, mamá, si hoy fue un día de esos difíciles, quiero decirte lo que quizá nadie te dice: Lo estás haciendo bien. Tu hijo, aunque no te lo diga, lo siente. Y aquí estamos, juntas en esta batalla invisible.


Te comparto herramientas clave que te ayudarán a transitar mejor este momento:


1. “Chequeo en 2 minutos”
Dedica dos minutos al día para preguntarle: “¿Cómo está tu cuerpo hoy?” o “¿Algo te pesó más de lo normal?”. Así abres la puerta sin presionarlo.

2. El plan B que da calma
Enséñale que puede tener un plan alterno si se siente mal en la escuela (por ejemplo, ir a la enfermería, pedir permiso para caminar 5 minutos, o llamarte). Sentir que tiene opciones reduce el miedo.

3. Microvictorias que valen oro
Es vital recordarle (y recordarte) que cada paso pequeño cuenta. Comenta cosas como: “Hoy llegaste a la escuela aunque te costó, eso es fortaleza”.

4. Aliados invisibles
Habla con uno o dos adultos de confianza en la escuela (maestro, orientador) para que estén al tanto discretamente. Saber que hay más ojos cuidando da tranquilidad.

5. Tu autocuidado es su estabilidad
Si tú te derrumbas, él lo percibe. Busca tus propios espacios de respiro: una caminata, terapia, oración, lo que te recargue. 

No es egoísmo, es parte de sostenerlo.

¡No estás sola!

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