Cómo manejar las mentiras en la adolescencia sin perder la calma


Si tienes un hijo adolescente, seguro has pasado por ese momento en el que una mentira te deja con un nudo en el estómago. Sí, lo sé. Una parte de ti quiere preguntarle por qué lo hizo, otra quiere dejarlo pasar para evitar conflictos, y otra más simplemente no sabe qué hacer. Y es que nadie nos enseña cómo reaccionar cuando alguien que amamos nos miente, mucho menos cuando ese alguien es nuestro hijo.


Quiero compartirte algunas estrategias que me han servido no solo como profesional, sino también como mamá... Porque sí, se puede manejar esta etapa sin romper la relación con ellos.


Antes de reaccionar, respira

Cuando descubrimos una mentira, lo primero que sentimos es enojo o desilusión. 

Pero reaccionar desde esas emociones solo nos aleja de nuestro objetivo: entenderlos y ayudarlos a crecer. Vamos a tomarnos un momento para calmarnos... Incluso podemos decir: “Voy a pensar un poco antes de hablar contigo de esto.” Eso, realmente nos da tiempo para procesar y evitar decir algo que luego podamos lamentar.


Piensa en el "por qué" más allá del "qué"

Las mentiras en la adolescencia suelen ser un reflejo de algo más: miedo a decepcionarte, necesidad de encajar con sus amigos, o simplemente el deseo de proteger su espacio personal. Cuando entendemos lo que hay detrás, podemos abordar el tema con más empatía y menos juicio.

Habla desde la curiosidad, no desde la acusación

En lugar de decir: “¿Por qué me mentiste?” (lo que puede hacerlos sentirse atacados), intentemosalgo como: “Me di cuenta de esto y me preocupa. ¿Qué pasó?”. Esto abre la puerta para que se sienta más cómodo a explicarnos.

Reafirma la importancia de la confianza

Es vital que sepan que una mentira puede dañar la confianza, pero también es vital que siempre sepan que hay una oportunidad para reconstruirla. Podemos decir algo como: “Entiendo que no siempre es fácil decir la verdad, pero quiero que sepas que aquí siempre puedes ser honesto, incluso si tienes miedo de mi reacción.”

Ojo, porque también son buenísimos en detectar incoherencias. Si ellos ven que nosotros también reconocemos nuestros errores o admitimos cuando algo no salió como esperabamos, serán más propensos a ser honestos con nosotros.

Por ejemplo, podríamos compartirles: “Yo también he cometido errores y he aprendido que decir la verdad, aunque sea difícil, es mejor a largo plazo.”


Consecuencias claras 

Cuando una mentira tiene consecuencias naturales, es importante que las entiendan, pero también que estas sean proporcionales.

Por ejemplo, si mintió sobre haber terminado una tarea, la consecuencia puede ser dedicar tiempo extra para completarla correctamente, sin distracciones. Si se trata de una mentira que afectó a otra persona, como un amigo o un familiar, una buena opción es ayudarle a reflexionar y buscar una manera de enmendarlo, como ofrecer una disculpa sincera.

Es importante también comunicarle con claridad las consecuencias desde antes, de manera preventiva. Por ejemplo: “Si me dices la verdad, aunque sea difícil, podemos trabajar juntos en una solución. Pero si eliges mentir, habrá consecuencias que podrían ser más difíciles de manejar.” Esto no solo establece límites, sino que también refuerza la idea de que en tu familia se valora la honestidad.


Celebra cuando sean honestos

La honestidad es un hábito que se construye, y como cualquier otro, necesita refuerzo positivo.

Si tu hijo admite algo, aunque sea difícil, reconoce su valentía con un simple: “Gracias por confiar en mí.” Eso les mostrará que ser honestos vale la pena.

Finalmente, recordemos que las mentiras en la adolescencia son un reto más de esta etapa, no una sentencia. Con paciencia, amor y consistencia, podemos ayudar a nuestro hijo a elegir la honestidad, no porque tenga miedo de las consecuencias, sino porque entiende el valor de la confianza mutua.

 

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